ACTUALIZACIÓN: Mis propias citas

Vuelvo a reflexionar sobre la tristeza; si anteriormente trataba de los preliminares al hundimiento, ahora abordo esto último, cuando, simplemente, ya es imposible disimular, ¿qué pasa entonces?.

¡De eso va mi nuevo aforismo, ya disponible!.

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ACTUALIZACIÓN: Mis propias citas

El símbolo por excelencia del estado de felicidad, la sonrisa: ¿significa eso siempre realmente?.

Es hora de reflexionar sobre ello gracias a mi último aforismo… ¡a descubrirlo toca!.

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ACTUALIZACIÓN: Jura de la Princesa de Asturias doña Leonor de Borbón

¡Bien!, pues continúo ampliando este artículo como era mi deseo… aunque ya adelanto que aún no lo he terminado totalmente, de hecho, sólo he completado uno de los apartados. Me falta añadir, por lo menos, otro dedicado a contar cuales fueron mis impresiones al vivir ese día a pie de calle (lo más interesante en mi opinión); por supuesto, otro repasando los precedentes históricos de este importante ceremonial de la Monarquía Española; y tal vez otro que enlace al artículo que habla de cómo trata la Constitución Española la figura de quien hereda la Corona…. Se irá viendo y haciendo poco a poco (como hasta ahora), pues francamente, estoy extremadamente falto de tiempo.

No obstante, de momento, como he dicho, he terminado el apartado dedicado a comparar como fue el ceremonial de la Jura de la Princesa de Asturias en contraste con otros actos históricos de la Monarquía Española; al que he añadido unos párrafos dedicados a analizar las actividades realizadas, ya no por instituciones públicas, sino desde el ámbito privado… lo cual, sin duda, juzgo extremadamente interesante, pues de los organismos del estado ya se espera (o debería) cierto nivel de celebración… pero los particulares son otra cosa; por eso es muy digno de comentar, y deben loarse, todas las iniciativas que se llevaron a cabo por cuenta propia, por el mero deseo de apoyar a la Corona y su continuidad (especialmente simbólica en esa ocasión) en su gran día.

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ACTUALIZACIÓN: Mis propias citas

Honestamente, mi objetivo prioritario en este momento (de hecho, siempre hasta que lo logre) es conseguir completar adecuadamente el artículo dedicado a la Jura de la Princesa de Asturias doña Leonor de Borbón (cosa que me parece sumamente importante, a pesar del inmenso retraso que llevo en ello, aunque sólo sea para que quede como memoria histórica de un gran día).

Pero dada mi continua y aberrante falta de tiempo; además de que, como suele suceder, una experiencia personal (que a su vez te trae otras a la mente) me inspiró un nuevo aforismo (de hecho, a menudo eso mismo también me evoca posibles argumentos para relatos), y este parecía fácil de hacer, además de ser y sonar muy interesante (ya lo veréis), que era necesario cubrir la publicación mensual… pues decidí optar por esta vía, y esperar a seguir completando el principesco artículo el próximo mes, a ver si hay más suerte….

Entre tanto, lo dicho, aquí os dejo un nuevo aforismo para vuestra lectura y disfrute.

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1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1+1=

Lo que implica que, en mis desposorios místico-digitales con Universo de A son…

¿Que cómo me siento respecto a todo esto?, pues diría que…

En definitiva, ¡que muy feliz…

Universo de A!.

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ACTUALIZACIÓN: Jura de la Princesa de Asturias doña Leonor de Borbón

Como ya prometía en el mismo artículo, comienzo a extenderlo, ampliarlo… y sólo acabo de empezar, voy a tener mucho más que contar de lo que creía y esperaba; pero dada mi escasez de tiempo, aunque tardaré, conseguiré terminarlo, esperando concluir un artículo tan bueno como interesante, que pinte un buen fresco de lo que supuso ese día histórico.

Quiero creer además, que la tardanza no importa demasiado, puesto que lo especial que tiene mi escrito, no es el punto informativo (que ya os lo ha dado y repetido mil veces cualquier otro medio) sino el personal.

En definitiva, que os voy comentando y actualizando según vaya aumentando este artículo… ¡de momento ya podéis leer cosas nuevas en él!.

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Jura de la Princesa de Asturias doña Leonor de Borbón

Con total seguridad, después de una Proclamación Real, el siguiente acto en importancia, a todos los niveles (histórico, institucional… etc) es la Jura del heredero, es decir, de quien ostenta el Principado de Asturias; tanto para la Corona como para el propio Reino de España.

Una vez más, he tenido la suerte y el privilegio de vivir otro hecho histórico en directo… por lo que quería reflejar eso dejando algo publicado al respecto en el día de hoy; no me extenderé más inmediatamente, pero en un futuro próximo, espero ampliar muy considerablemente este artículo, con información, espero, variada e interesante.

En cualquier caso:

¡VIVA LA PRINCESA DE ASTURIAS DOÑA LEONOR!, ¡VIVA EL REY!, ¡VIVA LA FAMILIA REAL ESPAÑOLA!, ¡VIVA SIEMPRE LA MONARQUÍA!, ¡Y VIVA EL REINO DE ESPAÑA!.

Recordando, y confrontando, experiencias inmediatas anteriores

Es inevitable establecer comparaciones con casos pasados, aunque sólo sea porque, como dice el proverbio, la experiencia es la madre de la ciencia, sin embargo, debo decir que en esta ocasión no me sirvió de mucho de cara a mi propia planificación para asistir al evento, pues, sorprendentemente, en la Jura de doña Leonor como Princesa de Asturias, todo se hizo de modo diferente a cómo se había venido haciendo.

En primer lugar aclarar cuáles son mis referencias pasadas, que utilicé para prever y planificar lo que iba a pasar: la Boda Real, la Proclamación Real o la primera Sesión Solemne de Apertura de las Cortes Generales del Reino de España de don Felipe VI como Rey… todos estos actos tuvieron una serie de cosas en común, como recorridos similares que optaban por calles amplias como el Paseo del Prado, Alcalá o Gran Vía; evitando meterse demasiado en el Madrid de los Austrias, tal vez por supersticiosa precaución (grabado está en la memoria el atentado contra Alfonso XIII en la calle Mayor), aunque, a todas luces, sea un trayecto más directo.

Sin embargo, como ya dije, esta vez mi experiencia no iba a servir de nada, pues se hicieron cambios contra todo pronóstico.

También hay que decir que no hubo el más mínimo esfuerzo por parte de las instituciones nacionales en que la Jura de la Princesa fuera un baño de multitudes (no así las autonómicas y locales que se volcaron totalmente con el evento histórico); bien es cierto que las Sesiones Solemnes de Apertura de las Cortes Generales del Reino de España (como otros interesantes ceremoniales de la Monarquía Española, por ejemplo, las Cartas Credenciales) suelen pasar altamente desapercibidas (al contrario que en otras Monarquías, como el Reino Unido, dónde se sacan las más espectaculares joyas de la Corona, vestuario, y carrozas con lo cual deslumbran al mundo entero, se convierten en noticia y dan una gran imagen de su país); pero no se puede negar que, incluso dentro lo que cabe en España (un país -en tiempos contemporáneos, en el pasado fue otra cosa- poco dado a los grandes fastos institucionales, que además, cuando se hacen, casi siempre es de espaldas a la ciudadanía y sin incluirla), a este hecho histórico no se le ha dado la relevancia suficiente de modo oficial en muchos aspectos.

Para empezar, se hizo en un día absolutamente laborable, cosa que, teniendo en cuenta la inmensa importancia del acto, debería haber sido dado como festivo nacional por el Gobierno, remarcando la excepcionalidad de la cuestión, como por otra parte, la tradición indicaría (en definitiva, no me parece válido el argumento de que hubo que hacerlo en ese día porque era el cumpleaños de Su Alteza y no estaba nombrado como día de fiesta). No olvidemos que tanto la Boda Real como la Proclamación Real (al menos la segunda, con total seguridad) fueron realizadas en días no lectivos, permitiendo a todo el mundo acudir a disfrutarlo o verlo en medios. La falta de justificación de esto, aumenta si tenemos en cuenta que, en los precedentes anteriormente mencionados, apenas pasó tiempo entre cuando se anunciaron los actos a cuando se organizaron (en el caso de la llegada al trono de Su Majestad don Felipe VI, sucedió apenas unas pocas semanas después del anuncio de la inesperada abdicación del actual Rey Padre don Juan Carlos I; y en el caso del matrimonio real, incluso surgieron acontecimientos terribles impredecibles como el atentado terrorista de Atocha; por poner un par de ejemplos), mientras que en esta ocasión, hubo meses enteros para disponerlo todo; y lo que es más importante, para informar a la población sobre ello adecuadamente, cosa que sí se hizo en las ocasiones anteriores (aunque fuera a trompicones); de hecho, posiblemente, esto último sea lo más inexcusable, puesto que apenas salió información pocos días antes, y por no saber, ni siquiera supimos el recorrido que se haría.

Así pues, es importante decir que, como en las veces anteriores, todo el que estaba allí era porque quería apoyar a la Monarquía; no por casualidad o curiosidad; ya que, una vez más, se pusieron todas las trabas posibles, mediante un dispositivo de seguridad sobredimensionado y exagerado; de modo que era un reto conseguir, simplemente estar y formar parte del día histórico. Hablando claro: nadie simplemente pasaba por allí, pero nadie. Tal vez ello tenga que ver con la mayor lejanía que cada vez más imponen los políticos españoles sea por una razón u otra (lo cual, lo mires como lo mires, no es muy democrático que digamos, y no sólo a nivel simbólico); de hecho, donde más numerosa y agresiva era la presencia de las fuerzas del orden, no era en ninguno de los otros sitios claves del día, sino en el Congreso de los Diputados.

Por otro lado, sí estoy convencido de que las instituciones locales y regionales gestionaron mejor el asunto, de hecho, mucho más convenientemente incluso que los que les precedieron, aún a pesar de ser del mismo bando político.

Así, sin duda fue un acierto por parte de la Comunidad autónoma de Madrid poner dos grandes pantallas en frente de su sede que retransmitían la señal televisiva, y, cuando no había esta, un acertado fondo con el que hacerse fotografías para conmemorar el histórico día; es más, sin duda la presidenta consiguió convertir la Puerta del Sol en el epicentro de todo gracias a esto, a lo cual ayudó mucho el hecho de que el cortejo, imprevisiblemente (como ya he dicho), pasase por allí, de modo que no era sólo quedarse mirando una pantalla (como estarías en casa pero en vez de eso, al frío aire libre del otoño madrileño, aunque arropado por el calor de una multitud entusiasmada y abanderada), sino que había una doble oportunidad de formar parte del evento histórico y en una zona central desde la que poder desplazarse de un lado a otro. Además, su idea de los pasteles, repartidos por la oficina de turismo de la Comunidad (lo que es un inteligente modo de promocionar esta, por otra parte), con la enseña nacional, funcionó más como abstracción que como acción práctica como se verá; con todo debe alabarse la iniciativa… porque, como ya digo, en casos pasados, lo máximo que me acuerdo que se hiciera, fue poner algo de decoración, en el caso de la Proclamación Real en particular, recuerdo una fotografía gigante de los actuales Reyes, pero ninguna otra cosa. Tampoco estoy seguro de que esta institución regional pueda hacer mucho más, porque, al final la ciudad es competencia de otros….

No obstante, por suerte, más tremendamente certero estuvo el Ayuntamiento de Madrid, que fue mucho más lejos: por supuesto, mantuvo lo que habían hecho sus predecesores de consagrar las pantallas de Callao a la retransmisión de los actos (aunque montar unas en sitios más apropiados –como cerca del Congreso o el Palacio Real- hubiera sido mejor, como hizo la Comunidad); también devolvió la música a la vía pública como se había hecho en la Boda Real (pero mejorándolo mucho, como ya explicaré); mas, y en esto el actual alcalde estuvo mucho más acertado que sus predecesores, sobre todo, supo engalanar mejor, más inteligente y apropiadamente las calles; me explico: cuando fue el matrimonio del entonces Príncipe, la decoración elegida estuvo poco relacionada, era demasiado simbólica y abstracta (además de sin apenas emblemas claramente relacionados con la Monarquía Española); al llegar la Proclamación Real, aunque mejoraba en el punto de remarcar el concepto de celebración nacional, es difícil negar que careció de imaginación y creatividad: lo único que se hizo fue vestirlo todo con la bandera de España (¡pero sin escudo, su elemento más visiblemente vinculado con la Corona!)… en definitiva que (y más si la comparamos con casos similares en otros países) la ornamentación, en los casos mencionados, ha carecido del punto monárquico necesario para que tuviera ese algo más, para darle el toque especial que hiciese que la recordásemos siempre, esa magia diferencial que hace que sepas que estás ante un momento único, especial, en definitiva: histórico. Por tanto, lo dicho, no se puede hacer algo genérico que parezca que se pueda reciclar para otro evento, y eso, me temo, es lo que se había visto en lo anteriormente comentado. Por ello, repito, no puedo dejar de alabar el buen tino y criterio del actual alcalde en su engalamiento de la ciudad; así, este optó por seguir las tradiciones en este aspecto (tanto nacionales como internacionales), y convirtió en protagonista a quién realmente lo es: la Princesa; de ese modo, la ciudad se llenó con la imagen de su, por otro lado, bello rostro, y también de su blasón; no descuidándose, por otro lado, tampoco la exhibición de otros símbolos nacionales, como la bandera (esta vez sí, con escudo), creando un acompañamiento perfecto.

Sea como sea, tanto los poderes autonómicos como locales, como se seguirá viendo y analizando, realmente quisieron implicar a la gente, pero sobre todo, y esto es lo mejor, que esta fuese algo más que mera figuración (cosa que se agradece, en el pasado se nos decía que nos echásemos a las calles, pero sin darnos ninguna facilidad ni aliciente extra para ello) en la Jura de la Princesa de Asturias doña Leonor, para así terminar por convertir esta en una celebración para todos y no meramente oficial y/o institucional… además, por supuesto, como no se podía esperar menos de tal fiesta, se repartieron banderitas (especialmente buenas y bonitas en esta ocasión).

En cualquier caso, no sólo debe destacarse lo público, pues también el sector privado quiso apoyar a doña Leonor en su gran día, de distintos modos, como también hicieron, por otro lado, con la Proclamación Real de don Felipe VI; así, por ejemplo, los restaurantes y tabernas centenarios de Madrid, si en el segundo acto histórico mencionado lucieron carteles de apoyo a la Monarquía y al nuevo Rey; en el primero, por su parte, optaron por ir más allá, y a la decoración sumaron aperitivos adornados con la enseña nacional, entre otros motivos patrióticos/monárquicos. No se quedaron atrás las pastelerías con solera, que diseñaron dulces específicamente para la ocasión (algunos de los cuales fueron distribuidos gratuitamente por la oficina de turismo de la Comunidad de Madrid… lamentablemente, en una pésima –hay que reconocerlo- previsión de los acontecimientos, se agotaron en tiempo record).

Aunque la contribución particular más destacable al evento, desde mi punto de vista, fue la de la cadena de tiendas Madrid souvenirs, presente en buena parte del centro de la capital del Reino, que, una vez más, al igual que hicieron con la Proclamación Real (de esta, se recuperaron claramente algunos objetos para darles nueva salida… pero está claro que no debieron ser muchos, por varias razones: la primera, que yo no encontré algunos que me arrepentí de no haber comprado en su momento; la segunda, que en aquella época, muchas otras tiendas, viendo el éxito de la iniciativa, copiaron el modelo y también vendieron recuerdos de estas características; y la tercera, que si no hubiese salido bien la primera vez, o fuese un absoluto fiasco, no se hubiese repetido una segunda, y claramente se ha hecho –y más mérito tiene tratándose, repito, de una inversión de un particular-) fueron punteros sacando ex profeso artículos conmemorativos específicos de la Jura de la Princesa de Asturias; lo que yo considero que es una de las mejores cosas que se hicieron a nivel privado, no sólo porque también se hace en otras Monarquías con gran éxito (y beneficio, sólo hay que ver el Reino Unido… al fin y al cabo, ¿qué sería de esta isla, quién le daría mayor importancia, si no fuera por su Familia Real, y el interés que despiertan a nivel internacional, especialmente por la espectacularidad de sus ceremonias?), sino porque permite a todo el mundo obtener un recuerdo muy tangible del día (con imagen, fecha… etc), además de objetos de uso práctico con los que manifestar clara y públicamente el apoyo a la Corona. Y en cualquier caso se convierten en un detalle muy apreciable en las tiendas, que hacen que el día sea aún más especial y memorable. Es por tanto, sin duda alguna, una iniciativa tan emprendedora como loable.

Pero no sólo las empresas se animaron a participar, también asociaciones civiles (cosa que en la Proclamación de Su Majestad el Rey no sucedió tan públicamente, creo recordar que el Casino de Madrid organizó algo, pero se quedó en su ámbito) como Concordia Real Española quisieron volcarse repartiendo banderas gratuitamente, en mi opinión mejores que las mencionadas en párrafos anteriores, pues no eran simplemente la enseña nacional, sino que eran específicas del acto histórico que se celebraba: en ellas constaba la fecha, el evento y el blasón de la heredera de la Corona… en definitiva, una maravilla que guardar toda la vida, de los mejores objetos conmemorativos que se pueden conseguir, porque no sólo te acompaña en el gran momento, sino que luego, puedes depositar tu buen recuerdo en ello (aunque, desgraciadamente, yo no me pude hacer con una).  

Concluyendo, que, como se ve, en ciertos aspectos importantes se aprecian mejoras y una evolución positiva en las celebraciones monárquicas del Reino de España, ¡y ojalá que vayan a más!.

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ACTUALIZACIÓN: Mis propias citas

Hoy os traigo un aforismo potencialmente polémico, ¿lo odiaréis o lo alabaréis?… sólo diré que también Maquiavelo fue honesto acerca del mundo en el que vivía (y mira como le fue… ja, ja, ja).

En fin, ¡que ya está a vuestra disposición para su lectura!.

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Relato: La trágica estrella de Marilyn

¡No os quejaréis, esta vez no os hice esperar tanto tiempo, apenas unos pocos meses desde la anterior publicación de una narración!.

Una vez más, este caso se trataba de un escrito que había que hacer en plan kamikaze, se acababa el tiempo para hacer la publicación mensual (que queréis, con todo y a pesar de las dificultades que me supone, dieciséis años de historia y tradición pesan mucho), así que tenía que crear algo corto, rápido de escribir… etc; a ser posible un microrrelato… sobra decir, como podréis comprobar, que en esto volví a fallar estrepitosamente, y que acabó extendiéndose bastante más, hasta convertirse en una narración corta.

Por lo demás, debo admitir que toda esta creación fluyó por sí sola; sin trabas, traumas, encrucijadas, ni dificultades; con una facilidad nada habitual (por no decir que nunca me había sucedido algo parecido): en el mismo día me vino la inspiración, maduré la idea, estructuré el relato, lo escribí, corregí al completo; además de redactar y publicarlo para el blog… lo dicho, un caso raro, por no decir único, directamente.

Una última curiosidad sobre su escritura, no sé porque será, pero he descubierto que definitivamente escribo con mayor eficacia en ayunas… si es que al final va a ser verdad algo del tópico de que lo mejor que ha creado la humanidad se ha hecho con el estómago vacío… ja, ja, ja.

Por lo demás, acerca de su temática, bien se puede decir que habla de las relaciones maternofiliales, las expectativas, la mitomanía, la aceptación, la educación, la supervivencia, el espejismo de una vida mejor, el amor… pero eso sólo lo digo yo, porque lo importante realmente aquí es, ¿a ti qué te cuenta?.

La trágica estrella de Marilyn

María, como tantas otras personas inmaduras que, en realidad, no quieren ponerse al volante de su vida o asumir las responsabilidades de sus propios actos (pues es más cómodo buscar culpabilidades externas), siempre había achacado a su común nombre de pila una buena parte de que su vida fuera tan vulgar, como si de algún modo la hubiese predestinado, y tal imposición fuese una sentencia firme, sin recurso posible.

Llegado el momento, cometió su enésimo error de juventud, concretamente el que puso punto final a esta: se quedó embarazada. Por supuesto, era demasiado joven, soltera, su situación económica era mejorable, y ni remota idea tenía de quién podía ser el padre… así que hasta ella entendió que ahora sí, le iba a tocar pagar los platos rotos.

Un día, mientras tocaba su cada vez más elevada y optimista barriga, a la vez que se hundía en la pesimista comprensión de que con el comienzo de aquella vida acababa la suya, llegó a una conclusión sorprendente, hasta para ella misma: tal vez habría desperdiciado su vida, pero en ningún caso iba a permitir que a su hija le pasase lo mismo. Tras llegar a esta resolución, creyó que había adquirido el instinto maternal necesario para criar a su descendiente contra viento y marea, y que ya sólo eso bastaría.

Así que se decidió a remediar los errores que, al parecer, habían cometido con ella y que la habían conducido al fracaso, el primero y más importante de ellos, el nombre, porque, naturalmente, quien mal empieza mal acaba, y hay que venir al mundo bendito por el éxito desde el mismo principio de la existencia, es lógico.

Fue así como empezó a mirar a su alrededor, ¿cómo garantizar un gran futuro para su hija?, había que fijarse en una mujer de éxito, alguien que sobresaliese, que lo tuviese todo, a quien la gente envidiase y admirase, que hubiese dejado huella… por supuesto, las referencias de María a ese nivel no pasaban de la cultura popular (ni ella había querido ir más allá); y tras ver un par de bolsos en un quiosco, unos cuadros en una tienda de decoración barata; una novedad, de escasa calidad literaria, que se anunciaba en el escaparate de una librería (lo cual dejaba claro, al modo de ver de María al menos, que ello tenía además un nivel intelectual, elevado, que no se quedaba en algo superficial) y tal vez algún que otro producto más (como una camiseta que alguien llevaba por la calle); pero que, en cualquier caso, todos ellos tenían en común que portaban la misma figura, la imagen de la misma persona; lo que provocó que María tomara su decisión acerca de de quién tomaría el nombre de su hija: Marilyn Monroe.

Sin embargo, y aunque inicialmente todo se iba a quedar en eso, finalmente no lo hizo. Según la nueva Marilyn nació, María comenzó a obsesionarse cada vez más con la antigua y a convertirla en el modelo a seguir para su hija… o al menos la imagen que tenía de ella, puesto que lo único que sabía de la difunta estrella de cine es lo que percibía a través de informaciones superficiales como las anteriormente mencionadas, de hecho, ni siquiera había visto un solo filme suyo (esas películas tan viejas sin duda serían aburridas, no tan buenas como las de hoy día, y a saber cómo verlas o si seguirían existiendo siquiera).

Pero lamentable aunque esperablemente, para bien o para mal, Marilyn no había salido al mito de la pantalla, sino a sus padres, de modo que su genética no la predisponía en absoluto al físico de la que había sido objeto de tanto deseo sexual… pero eso no iba a frenar a María, que sometió a su hija a las dietas más estrictas, rigurosas, y en su exacerbada tozudez, se obsesionó incluso con teñir de rubio aquel vulgar cabello, según vio que no era lo suficientemente claro, bonito y que, en definitiva, no tenía el brillo de una estrella.

Pronto, la casa se llenó por todas partes de objetos que evocaban a la gran actriz, a ver si, como por osmosis, la niña se veía influida. También la madre intentaba aleccionarla constantemente, para que se fijase en esas imágenes y actuase según lo que veía en ellas. Pero, por más esfuerzos que hacía María, Marilyn parecía ser incapaz de ser la Monroe… así que empezó a culparla y odiarla por ello (a pesar de que la niña había puesto más esfuerzo en tal cuestión, que su progenitora en cualquier cosa en toda su vida). Sólo era capaz de decirle algo, remotamente positivo, cuando se acercaba mínimamente a la imagen que tenía en su cabeza de cómo debía ser, todo lo que no fuera eso, simplemente, estaba mal o no importaba.

Para cuando llegó la adolescencia, había conseguido ya que su hija fuese una artificial, esperpéntica y vaga parodia de la famosa americana; con lo que, desesperada por conseguirlo, afianzar lo hecho, llegó a la conclusión de que necesitaba más que unas imágenes para imitar el modelo, conseguir la perfección; y, ahora sí, se puso a ver las películas (con las que también torturó a su hija, convirtiéndolas en una fuente de disciplinas interminables), y después, a leer sobre la estrella, para no dejarse ni un paso por seguir.

Llegados a este punto, podría pensarse que María era una mala progenitora, una mujer cruel y perversa que descargó sus propias frustraciones sobre los hombros de su descendencia… pero lo cierto es que la madre estaba convencida de que hacía lo mejor para su hija, que todo era por su bien; y que todo el daño que le pudiese hacer, la preservaría de los que le pudiese hacer el mundo, que no sería tan compasivo (o dicho de otro modo, si quieres ganar un combate, hay que entrenar antes).

Por lo anteriormente dicho, no sorprenderá el saber que, cuando María comenzó a leer, documentarse, sobre Marilyn Monroe, quedase horrorizada: la que había elegido como modelo para su descendencia no era la mujer de éxito que ella creía; muy al contrario, era un ser acomplejado, torpe, dependiente, promiscuo, con múltiples adicciones y todo tipo de problemas, que proyectaba una imagen falsa, o lo que es peor, de un tipo de persona verdaderamente inexistente en el mundo real. Hablando claro, el ejemplo que había escogido (y era mucho peor ahora que su hija había entrado en la adolescencia) se parecía más a lo que había querido evitar a toda costa, que a lo que buscaba lograr. De repente, por primera vez y paradójicamente, la madre sentía que el problema no era que su hija no se pareciese a la Monroe, sino, muy al contrario, que ella misma se parecía demasiado… y sólo fue necesario eso, para que sus sentimientos cambiasen radicalmente, y pasase a sentir un odio feroz hacia el ídolo al que tanto había adorado, al que tantas plegarias había dirigido, y hacia todo lo que representaba.

Fue así como la famosa intérprete desapareció de sus vidas con el mismo furor con el que había sido impuesta; María se deshizo de todo lo tocante a esta de la noche a la mañana, aunque no fue capaz de dar ninguna explicación a su hija al respecto de su cambio de ideas, nueva actitud… como, por otra parte, nunca había hecho antes. De modo que su hija continuó comportándose como le había enseñado, reforzándolo incluso, interpretando de las acciones de su madre que esta la había dado por imposible, lo que, a todas luces, condicionaría su amor.

¡Pero qué curioso es como cambian las cosas según cómo se miren!, los mismos gestos que antes a la progenitora le producían la impresión de ser de cine, con clase, sofisticados, razones de éxito y fortuna; ahora le parecían los de una vulgar furcia que estaba provocando a todos a su alrededor y buscándose la ruina… de modo que empezó a combatirlos implacablemente, sin piedad alguna, como todo lo que recordase a la Monroe, aquel ídolo maldito debía ser erradicado de modo radical, especialmente en su hija.

El cómo Marilyn interpretó esto ingenuamente, ya se ha dicho, o sea que se puede imaginar cuál fue su modo de proceder a continuación, para exasperación de una madre cuya hija (con total inocencia) le devolvía, como si de un castigo mitológico se tratase, constantemente la imagen de la peor de sus pesadillas: no sólo le recordaba, de modo indirecto aunque persistente, sus peores errores pasados (aquellos que había querido compensar en su descendencia), a la vez que el temor continuo de volver a vivirlos a través de su niña; sino que además era la confirmación fehaciente de su fracaso maternal, como persona; y, para colmo el continuo y doloroso recordatorio de la estafa de aquel modelo a seguir que había resultado ser exactamente lo contrario. Odiaba, despreciaba lo que había construido, y no tenía ningún reparo en mostrarlo de la manera más vehemente, porque, una vez más, era por el bien de su hija (aunque, irónicamente, se tratase del exactamente contrario al que antes había buscado con tanto ahínco)… y es que, curiosamente, si bien hay un proverbio que sentencia que de buenas intenciones está el infierno lleno; en cambio, por el contrario, el hecho de actuar por amor siempre ha justificado las más espantosas monstruosidades.

Para cuando, finalmente, la chica pudo intuir levemente (pues su progenitora nunca se lo dijo de modo directo, ¡aunque, cómo hacerlo, cómo justificarse!) lo que pasaba con su madre en realidad, ya era tarde (y esta, a pesar de todo, en el fondo lo sabía); por más esfuerzos que hiciera, había pasado demasiados años fundamentales educándose para ser Marilyn; y es que, por más que se intente borrar, limpiar, una pizarra en la que se ha escrito demasiado, siempre quedan rastros, más o menos subyacentes, de aquello que tanto se remarcó en el pasado….

Pasaron los años, y en conclusión, yo no sabría decir si María tuvo o no éxito con su proyecto, porque, al final, en realidad, su hija sólo acabo teniendo una cosa en común con Marilyn Monroe: la mala, cuando no inexistente, relación con su madre.

Toda la ficción propia (relatos cortos, novelas por entregas, microrrelatos…) publicada en Universo de A está reunida aquí, en el Índice-Guía de Grandes Relatos.

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ACTUALIZACIÓN: Mis propias citas

Agosto ha sido un mes tradicionalmente fructífero para la escritura, al menos para mí, a pesar del terrible calor, por alguna extraña razón que no me explico, se dispone de un tiempo y concentración que no se suelen dar el resto del año… o al menos es la impresión que tengo.

Desgraciadamente, esta ocasión ha sido la excepción absoluta en ese aspecto (y en otros muchos); de modo que, para la publicación mensual, tendréis que conformaros con una de esas breves creaciones literarias que son mis aforismos (aquí, como siempre)… aunque quizás haya quien les pueda ver, hasta cierto punto, cierto aire de microrrelatos, al menos a algunos de ellos, ¿podría ser?.

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